— Michael Parcher, Retablo de los Padres de la Iglesia (1483)
— Edwar Elgar, Marcha Pompa y circunstancia nº 1,
“Tierra de esperanza y gloria”
Has estudiado ya los Padres de la Iglesia. Bien se merecen estos santos hombres que les demos cabida y homenaje en nuestro proyecto. Así puedes aprender cuáles son los atributos con los que la iconografía les representa, de modo que, en cuanto veas un cuadro o una escultura de alguno de ellos, puedas reconocerlos. Si te fijas, cada uno de estos cuatro que hoy contemplamos llevan su sombreo característico (cardenal, obispo, papa, obispo) y todos ellos están inspirados por el Espíritu Santo que revolotea a su alrededor en forma de paloma (santidad de vida y santidad de los escritos que nos dejaron).
Ya sabes que San Jerónimo no fue cardenal pero sí secretario del papa San Dámaso, el mismo que le encargó la traducción de la Biblia Vulgata. Por eso se le representa vestido de rojo, color que hoy los cardenales siguen utilizando y que recuerda su compromiso radical de dar hasta la vida por la fe. Cuenta la tradición que un día, cuando explicaba la Biblia a algunos de los amigos que con él se retiraron al desierto de Belén, vio llegar a un león que cojeaba. Le extrajo una espina de la pata y lo mantuvo a su servicio, totalmente domesticado. Y ahí veis al león, siempre junto a San Jerónimo.
Si sigues a la derecha verás a San Agustín. Está vestido de negro, color que todavía tiene hoy el hábito de los monjes por él fundados, los agustinos. Fue obispo de Hipona, al norte de África y seguramente conoces la historia del niño que aparece a sus pies. Un buen día paseaba a la orilla del Mediterráneo y nuestro santo meditaba acerca del misterio de la Santísima Trinidad. Se encontró con un niño que se esforzaba en la playa queriendo vaciar el mar con una concha. San Agustín le advirtió que aquella empresa era absurda, a lo que el chaval respondió ni corto ni perezoso: “pues tan insensato es que tú pretendas explicar el misterio de la Santísima Trinidad”. Y en este caso todavía más, porque si miras con atención el cuadro, verás que el niño no tiene una concha sino una cucharita minúscula. Aludiendo a esta leyenda, el escudo del papa Benedicto XVI tiene precisamente una concha en la parte inferior.
También tienes a San Gregorio Magno, sí, el del canto gregoriano. Como fue Papa aparece aquí con la tiara o triple corona que recuerda los tres poderes del romano pontífice (orden, jurisdicción y magisterio). El hombre a quien está ayudando a salir de las llamas es ni más ni menos que el emperador Trajano. Cuenta la leyenda que un buen día que San Gregorio estaba paseando por el foro fundado por Trajano, se acordó del infeliz emperador y oró por su alma a Dios. Su petición fue atendida y éste es el momento que recoge nuestro retablo.
Por último, San Ambrosio, a quien vemos representado con una pluma en cada mano en recuerdo de sus innumerables obras escritas. Su elocuencia queda atestiguada por el niño en la cuna que aparece a sus pies. Sus palabras ya eran miel desde pequeño... Y es que la leyenda cuenta que un día, cuando aún no sabía hablar, estando en el jardín de la residencia de su padre, el prefecto romano de Tréveris, acudió un enjambre de abejas a revolotear por su rostro, y que varias de ellas se deslizaron, sin picarle, en el interior de su boca. Al verlo, exclamó su padre: “Este niño va a ser algo grande”. También recuerda este detalle el hecho de que fue un niño el que gritó: “Ambrosio, obispo” en medio de la asamblea reunida para elegir al nuevo obispo de Milán.
Cuatro grandes hombres que contemplas en este retablo gótico de los Padres de la Iglesia pintado por el alemán Michael Pacher en 1483 para el monasterio de Neustift, cerca de Brixen (Tirol). Y escuchas la música apropiada, esa primera Marcha de “Pompa y circunstancia” que se utilizó en 1902 para la coronación del rey inglés Eduardo VII y que todavía hoy en EEUU se utiliza en las graduaciones escolares. Y es que estos cuatro padres de la Iglesia occidental dieron sus vidas por el Rey eterno y se graduaron en la fe con matrícula de honor.
1. Lee con atención esta ficha y vete fijándote en el cuadro de hoy. Párate en todos los detalles que se te indican.
2. Elige uno de estos cuatro personajes y explica por qué. Ninguno de ellos lo tuvo fácil para ser cristiano: una tarea que les superaba, herejías, divisiones, un imperio que se desmoronaba, etc. ¿Qué te atrae de su vida o su figura?
— Elijo a San Jerónimo, porque la historia con el león es muy interesante: el “rey de la selva” bajo el mandato de un hombre. En la vida real se lo hubiera comido. Lo que demuestra el poder y a la vez la caridad para ayudar a los demás, en este caso a un león salvaje.
— Con San Agustín y con San Ambrosio. Me quedo con ellos dos, porque como ellos yo también siento la necesidad de explicar el por qué de las cosas, y de hacerlo saber, comunicarlo, ya sea oralmente, o a través de los libros (escribiendo). De San Agustín me atrae su lógica y de San Ambrosio su elocuencia y sabiduría.
— San Jerónimo, porque fue valiente al quitar la espina al león y también al domesticarle.
— San Gregorio Magno. Me llama la atención su oración y la fuerza de la oración. Cómo a través de su oración por el emperador consiguió salvar su alma.
2. Sigue con ese personaje. Si pudieras pasar una hora con él, ¿qué haríais, qué le preguntarías, de qué hablarías? Intenta plasmar aquí esa conversación.
— Le enseñaría cómo es el mundo actualmente.
— Le preguntaría por qué daría su vida por dios, a ver si merecería la pena en nuestros días.
— Le haría muchas cuestiones de la fe, puesto que tengo bastantes dudas. Y le diría que me contase cómo fue su vida de cristiano, a pesar de las persecuciones.
— Le preguntaría que cómo se podría ser santo en esa época tan difícil.
— ¿Cómo podría hacer que las personas de hoy en día vivan de acuerdo con la fe? Además, ¿podría él ayudarme a madurar en la fe?
— Le preguntaría por el camino que ha seguido para encontrarse con Dios.
3. Escribe aquí ahora tu oración.
— Dios, haz que mediante la intercesión de San Jerónimo podamos madurar en la fe y llevar un papel importante en la Iglesia.
— Dios Padre, te pido por todos aquellos que no creen en ti; ayúdalos a creer para que tengan una vida mejor.
— Señor, te doy gracias por estos cuatro hombres, por todos los que han hecho algo por la Iglesia y no están tan reconocidos como ellos y te pido que siga habiendo hombres con esta tarea para que todos podamos vivir en un mismo mundo en comunión a la fe cristiana. Amén.
— Señor Jesús: Haznos más perseverantes en la oración como lo fue San Gregorio Magno, para que a través de la oración podamos descubrirte vivo entre nosotros y ayudándonos y escuchándonos en todo momento. Te lo pido por intercesión de María, reina de todos los santos. Amén.
— Buenos días, Señor. Hoy, en esta mañana me reúno contigo para que me des fuerzas para afrontar este nuevo día. También por los que no creen en ti. Señor, Dios nuestro, ayúdanos en las dificultades del día. Ayúdanos a amarnos unos a otros y a dar testimonio de nuestra fe. Amén.
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