— Rafael Sanzio, La transfiguración (1516-1520)
— W. A. Mozart, Sinfonía nº 40 en sol menor, Molto allegro (1er movimiento)
— W. A. Mozart, Sinfonía nº 40 en sol menor, Molto allegro (1er movimiento)
Uno oye hablar de Velázquez o Picasso y sabe perfectamente de quiénes se trata. No importa el nombre, sino el apellido. Pero en el pintor del evangeliz-@rte de hoy pasa al contrario (la Cuaresma lo cambia todo...). Uno o ye hablar de un tal Sanzio y no tiene ni idea, pero le dicen el gran pintor Rafael y dice:¡me suena!
La tabla que vas a contemplar es impresionante. Se encuentra en los musesos vaticanos, en unas salas que llevan precisamente el nombre de este gran pintor y que son de lo más visitado de todas aquellas dependencias. Si Dios quiere tendremos la suerte de contemplarlo al natural in situ, pero de momento nos conformamos con esta imagen.
La escena la conoces. Jesús se transfigura, muda si figura antes de la pasión, revela a los discípulos su gloria, para que crean tan sólo un poquito más en él. Él es Jesús, el Cristo, el rey de la gloria, el Hijo amado del Padre, superior a la Ley y a los Profetas, simbolizados en Moisés y Elías. Y el ingenuo de Pedro que quiere hacer tres tiendas para que esa situación dure, sin darse cuenta que la luz no existe sin la cruz...
Vas a escuchar música de Mozart, posiblemente la segunda melodía más famosa de todas cuantas compuso. Esta sinfonía en to no menor cuadra muy bien con esta escena en la que se entremezclan la luz y la tiniebla, el bien y el mal, el ya pero todavía no, la gloria y la cruz.
1. Lee despacio el texto del evangelio de este próximo domingo y subraya aquello qué toque tu corazón. Dale vueltas. ¿Qué te querrá decir Dios a través de ello? Intenta escribirlo aquí
+ Lectura del santo evangelio según san Marcos (Mc 9, 2-10)
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún lavandero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Ellas.» Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.» De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
2. Pedro, Santiago y Juan viven una experiencia fuerte de Dios y esto hace que se olviden de sí mismos. Fíjate en que San Pedro no se preocupa de él ni de los otros dos, sino sólo de construir una tienda para Jesús, otra para Moisés, otra para Elías. ¿Te ha pasado a ti esto alguna vez? Escribe alguna ocasión en que hayas sido generoso, pensando antes en los demás que en tí mismo:
3. Fíjate ahora en la parte inferior del cuadro. Rafael ha pintado la escena con la que sigue el evangelio. Es la del padre que tiene un hijo endemoniado y quiere que el Señor lo cure. Su grito es conmovedor: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”. ¿Y tú? ¿De qué demonios te tendría que curar el Señor? ¿Por quién le pedirías, a quién le llevarías para que lo/la/les curara?
4. Vuelve a fijarte en la parte superior del cuadro, en ese Cristo que es a la vez resucitado (vestiduras blancas, luminosidad, fuerza) y crucificado (brazos abiertos como si estuviera clavado en la cruz). Y escríbele aquí tu oración:
Rezamos juntos:
Señor Dios nuestro:Cuando tu Hijo se transfiguró,diste ojos de fe a los apóstoles para que pudieran ver más allá de las aparienciasy para reconocer a Jesús como tu Hijo amado.Esta visión en el Tabor les dio fuerza para la hora de la prueba.Cuando parezca que nuestra fe y nuestra confianza nos abandonan, en momentos difíciles y oscuros,que tu Hijo nos lleve también a nosotros al Monte Tabor y nos haga vislumbrar su luz resplandeciente, para que con renovado coraje y generosidad veamos a dónde él quiere que vayamosy estemos dispuestos a seguirle. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
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