viernes, 12 de junio de 2009



— Giovanni Bellini, Nunc Dimittis (1505-1510)


— Tomaso Albinoni, Adagio



Ayer celebrábamos con toda la Iglesia una fiesta muy entrañable: la Presentación del Señor. Se la conoce también como la Candelaria o las candelas, en referencia a las pequeñas velitas que se bendicen ese día y que recuerdan aquellas palabras misteriosas que el anciano profeta Simeón dijo a María y José cuando éstos fueron con el niño Jesús al Templo, para presentárselo al Señor: “eres luz para alumbrar a las naciones”. Muchos de nuestros pueblos la han celebrado. Es una de esas fiestas de invierno en la que la gente sencilla veía la lucha entre el bien y el mal, en este caso, entre la luz y las tinieblas.
Y precisamente de luz van los cuadros que vas a contemplar hoy. Son de un pintor renacentista, Giovanni Bellini, veneciano por más señas. Procedía de toda una familia de pintores que hacían milagros con los dedos. Vivió en el Renacimiento, época que conoces de sobra por estudiarla en Literatura, en Música, en Historia... En este cuadro puedes contemplar algunos de los rasgos de esta época: belleza de las figuras humanas, paisajes que recuerdan lo ideal de la vida campestre y los mitos griegos. Pero sobre todo, una luz especial, que baña toda la escena, una luz casi casi sobrenatural que nos hace entrar en otra dimensión.
Más o menos conoces la historia. José y María suben al Templo de Jerusalén como todos los piadosos padres israelitas, a ofrecer su hijo al Señor. Y se encuentran con algo que no esperan: dos ancianos dicen lo que ellos ya saben, que ese niño es el Salvador... Fíjate en el cuadro, María y el Niño ocupan el centro de la escena. Y a ambos lados el anciano Simeón y la profetisa Ana, que servía en el Templo desde muy joven. Para más detalles, escucha ahora cómo ocurrieron las cosas:

EVANGELIO (Lucas 2, 22-32): Mis ojos han visto a tu Salvador

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
-«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»


1. Contempla la escena mientras escuchas la pieza de hoy. Este Adagio en sol menor de Albinoni es posiblemente una de las piezas de música barroca más hermosas. Una música en tono menor, melancólica, como de alegría contenida. Escribe aquí los sentimientos que te sugiere esta ecuación: X = pintura + música.




2. En esta escena, Dios habla a través de personas mayores (Simeón y Ana). Son nuestros mayores, esos ancianos que nos transmiten la sabiduría de la vida. ¿Cómo es tu relación con las personas mayores? Piensa en tus abuelos, por ejemplo. ¿Qué te gusta de ellos? ¿Les haces caso?




3. El día de las candelas se celebra tradicionalmente el Día de la Vida consagrada. Este año el lema ha sido “Si tu vida es Cristo, manifiéstalo”. Qué religiosos conoces (frailes, monjas, etc.)? ¿Qué es lo que más te atrae de su vida y/o testimonio?




4. Aquí tienes otras dos versiones sobre el mismo tema y pintadas por el mismo autor. Fíjate en las diferencias. ¿Con cuál te quedas? ¿Por qué?









5. “Nunc dimittis” es el nombre del discurso que se "marcó" Simeón en aquel momento y que comienza con estas dos palabras en latín. Aquí tienes también la traducción al castellano. Terminamos rezando juntos estas palabras, que puedes aprender de memoria para rezar por la noche antes de acostarte:

Nunc dimittis servum tuum, Domine,
secundum verbum tuum in pace:
Quia viderunt oculi mei salutare tuum
Quod parasti ante faciem omnium populorum:
Lumen ad revelationem gentium,
et gloriam plebis tuae Israel.


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Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

martes, 2 de junio de 2009

He Qi - El Señor

He Qi, Llamando a los discípulos,

Tened calma,

El Señor Resucitado

¯ W. A. Mozart, Sonata para piano nº 11 en la mayor (K331)

III. Alla turca

Termina aquí nuestra experiencia de evangeliz@rte. Durante varias semanas has podido poner en juego tus cinco sentidos para darte cuenta de que la verdad, el bien y la belleza están dentro de ti, esperando que tú los despiertes y puedan salir afuera y manifestarse en tu vida... Ya sabes cómo se hace. Ahora, te toca a ti.

En la evaluación, algunos pedías artistas contemporáneos, y aquí tenéis a uno muy curioso. Es asiático, se llama He Qi y es una mezcla entre el cubismo de Picasso, las difíciles posturas corporales de los jeroglíficos egipcios y el colorido de Marc Chagall o de Sieger Köder. Vas a contemplar tres cuadros diferentes, todos ellos con el Señor Jesús en el centro, porque el centro es el Señor.

Y puedes regalar también tus oídos con esta famosa melodía de Mozart. Es la conocida marcha “alla turca”. Su inconfundible sonido, su aire oriental y su alegría cuadran muy bien con Jesucristo, que es inconfundible, nació en Oriente próximo y que tiene la manía de que seamos felices. Por cierto, ¿sabías que escuchar música de Mozart te hace más inteligente (es lo que se conoce como el efecto Mozart)?


En el primer cuadro, “Llamando a los discípulos” fíjate bien en los colores cálidos (gama de los rojos, naranjas, ocres). Es la llamada, el momento del primer amor, del flechazo. Los cuatro hermanos (Andrés y Pedro por un lado, Santiago y Juan por otro) ponen a Jesús en el centro de sus vidas... ¿Y tú?

En el segundo cuadro, “Tened calma”, recuerda la escena de la pesca milagrosa y de la tempestad calmada. Colores fríos (azules, verdes) que recuerdan a los discípulos los peligros del mar, los peligros de sus propias vidas de pe(s)cadores. Pero están con Él, no importa. La paloma con el ramo de olivo recuerda aquella que anunció a Noé la paz tras el diluvio, pero también es el Espíritu Santo que nos unge con aceite de júbilo. Jesús muestra su poder al extender los brazos: es el nuevo Moisés que calma las aguas.

Por último, “el Señor resucitado”. Cristo nuevamente en el centro. Toques intensos de rojo pasión, amarillo de gloria, azul de humanidad. Abajo las miróforas (las mujeres que llevaron a la tumba los ungüentos y se encontraron la sorpresa) y los discípulos (red en mano para volver a su antiguo trabajo). Arriba los judíos y los romanos, los primeros sobornando a los segundos para que mientan sobre la resurrección. Y Jesús que se queda con nosotros para siempre en el milagro de la eucaristía.

1. Ya tienes experiencia. Contempla cada uno de los cuadros. Medita la explicación y escribe aquí con cuál de los tres te quedas y por qué. Piensa que sería el cuadro que resumiera un poco tu vida, el cuadro que tu eliges como DNI a partir de ahora.